viernes, 26 de marzo de 2021

Parmana, un documental de NaturACultura


1. Ext. Patios de Parmana. Día.

Varios parmaneros muestran tiestos que han encontrado de manera fortuita en los patios de sus casas o en las orillas del río Orinoco durante algún paseo. Se trata de restos arqueológicos que abundan en los suelos del pueblo, sobre todo cerca del río. Muy pocos saben que tienen en sus manos piezas del patrimonio cultural de la nación, legadas por los antiguos pobladores de ese recodo del Orinoco Medio que es Parmana.


Así puede comenzar el documental sobre esta comunidad a la que me acerqué a principios de 2007 para ver cumplida una meta personal trazada desde que comencé a preguntarme por qué, a pesar de haber vivido buena parte de mi infancia en Valle de la Pascua –la ciudad más cercana a Parmana y de mayor influencia– y haber pasado unos cuantos días de mi niñez en la parcela de mi padre, ubicada en las Mesas de Torrealba, dentro de la zona de Parmana, no recordaba haber estado alguna vez en el puerto del Orinoco del municipio donde nací, siendo tan significativo desde muchos puntos de vista este río, uno de los más caudalosos del mundo.


Y es que ni siquiera recuerdo haber visto imágenes de Parmana en algún momento. Estoy seguro de que nunca en la escuela Carlos “J” Bello me hicieron saber la importancia de Parmana con su riqueza natural inagotable. De hecho, creo que siempre asocié a “Parmana” como el nombre de la parcela de mi papá, que en realidad se llama “Las Maniguas”. Y resulta que Parmana es toda esa zona, de “45 leguas” según los entendidos, compuesta por varios caseríos y atravesada por grandes morichales, entre ellos Carapa, el segundo más grande de Venezuela después de Morichal Largo en el estado Monagas. Cuando mi papá decía “vamos para Parmana”, resulta que hablaba de una zona inmensa que tenía un puerto en el Orinoco, donde su parcela de 400 hectáreas era apenas un puntito y yo ni me lo imaginaba. ¿Qué será para los vallepascuenses que nunca han tenido ningún nexo con el sur del municipio Leonardo Infante? “Monte y culebras” como dicen los caraqueños del resto de Venezuela.


2. Ext. Los Hileros. Atardecer.

Renato “Tico” Rivero atraviesa con su trajinado camión el terraplén de Los Hileros, último tramo para llegar a Parmana. El grupo musical de los hermanos Higuera acompaña con una canción las imágenes de Los Hileros, sitio considerado una atracción turística del lugar. El terraplén divide en dos la sabana y forma un gran humedal a lo largo de sus siete kilómetros. Una voz en off habla sobre la ubicación geográfica de Parmana y las formas de llegar al pueblo, ya sea por la difícil carretera desde Valle de la Pascua tras un recorrido de casi cinco horas o por agua a través del Orinoco desde Caicara, tras hora y media de viaje en curiara con motor fuera de borda.


De esta manera podría continuar el documental que aguarda por su postproducción, después de varios meses en espera de los recursos necesarios. Cada comunidad depende en menor o mayor medida de otras más grandes, a las que hay que viajar irremediablemente cada tanto tiempo. Sin embargo, en cuanto al manejo de esas dependencias, los parmaneros han demostrado a través de décadas una gran paciencia.


Y es que parece que Venezuela no depende para nada de un sitio tan estratégico como Parmana y por esto ese aislamiento, en el que especialmente los “vegueros” del Orinoco demuestran su capacidad para ser lo más autosuficientes, con un desarrollo endógeno conservado gracias a una vida fluvial heredada de la más antigua tradición indígena. Y es que si bien están muy lejos de presentar algo parecido a una “industria veguera” como la que gustaría a los “empresarios” de la ciudad, su cultura los mantiene en esa situación de equilibrio agroecológico donde la naturaleza sigue dominando a los hombres por encima de cualquier amenaza pasajera, asegurando el futuro de ese mundo rodeado de agua y aire puro, espacios infinitos y tranquilidad.


4. Ext. Paisajes de Parmana. Día.

Con testimonios en off sobre la naturaleza que rodea a Parmana, vemos paisajes de los alrededores, tomando en cuenta sobre todo al río Orinoco, las vegas y la abundancia de árboles diversos. Al mismo tiempo los testimonios deben adelantar algo sobre cómo es la vida en Parmana, en función primero que todo del aprovechamiento sano de lo que ofrece la naturaleza.


Ya estaríamos en la cuarta secuencia, luego de una donde los más “antiguos” como el señor Rafael Rivero o la señora Columba Lara hablan de la fundación del puerto de Parmana. Esta secuencia nos adentra en la cotidianidad del parmanero y aparecen personajes como Carlitos y Ana, el primero, especializado en la fabricación de curiaras y hábil pescador, entre otras cosas, y la segunda, famosa por los exquisitos casabes que hace en el patio de su casa frente al Orinoco, ayudada por varios familiares, entre ellos el mismo Carlitos, quien se cuenta entre los pocos dispuestos a fajarse a rayar kilos y kilos de yuca para colaborar con el proceso que brindará a sus hijos parte de su dieta en los próximos días.





Hacia los minutos finales

Parmana, otrora epicentro de las civilizaciones de la cuenca interétnica del Orinoco, mundos primigenios de estos territorios demarcados hoy por imaginarias fronteras que delimitan un país llamado Venezuela. Son las once de la mañana. En una “Casa de Alimentación”, centro de servicio social destinado a dar de comer a personas en estado de indigencia en otras partes de Venezuela, medio pueblo va a buscar su ración de almuerzo en viandas. En su mayoría son niños y adolescentes los que acuden en compañía de sus hermanos menores. Una niña de once años pelea su ración a las cocineras. Son nueve en casa y sólo le han servido siete platos de hervido de gallina. Le dan uno más, pues la novena persona aún no está inscrita o censada. Muchos niños llegan mientras otros salen. Uno llega tarde en su bicicleta. Un amigo le dice que se acabó la comida.


Es invierno en Parmana. Llueve casi todos los días. Ya el tiempo de cosechas terminó y lo poco que ingresó a las familias sirvió para cancelar antiguas deudas y cubrir ciertos gastos. Ya no queda para la comida de los niños. Los que viven de la pesca están en periodo de veda. Deben esperar tres meses para volver a pescar como antes, para vender a los caveros que se instalan en el puerto de Las Peonías a esperar el fruto del trabajo de los pescadores, que se internan en el río día y noche sin descanso. Por supuesto, reciben una remuneración insignificante, para lo que termina costando el kilo de bagre, por ejemplo, en la mesa de las ciudades que lo consumen.


La vida en Parmana, tantas cosas que la hacen auténtica, cosas como las vaquerías fluviales, pasión de los jóvenes que no se pierden la oportunidad de trabajar en estas fuertes faenas sabana adentro, donde buscan el ganado concentrado en algunas islas para subir a las curiaras hasta cinco vacas que serán trasladadas desde las zonas anegadas hasta el pueblo y así salvarlas de desaparecer en las crecidas invernales. Después de tener todo este privilegio de entrar en la realidad desconocida del verdadero veguero del Orinoco guariqueño, con sus días de preparar el conuco, de hacer curiaras, de hacer casabe, pescar hasta de noche, de arriesgar el físico con las vaquerías y los animales briosos, es importante también dar a conocer algunas de las situaciones que hacen más duras de lo necesario el ser parmanero y veguero.


Están en el centro geográfico de Venezuela y son como invisibles. Pero están allí, integran un patrimonio natural y cultural de los más valiosos de nuestra geografía. El parmanero-veguero resiste y tiene esperanzas de seguir con su vida a orillas del Padre Río, pero también quiere ser mejor considerado por las autoridades que tienen la obligación de velar por la igualdad en los derechos de cada venezolano. 


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Escrito por Carlos Gómez de la Espriella en abril de 2007, publicado en la Edición Aniversario del Diario Jornada, Valle de la Pascua, estado Guárico, Venezuela.


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Puedes leer un artículo publicado en el New YorK Times sobre Parmana en febrero de 2020:


https://www.nytimes.com/2020/01/13/world/americas/Venezuela-collapse-Maduro.html





1 comentario:

ala desnuda dijo...

Gracias por hacernos saber sobre estas realidades muchas veces desconocidas. Somos multiétnicos y es gracias a estas publicaciones sencillas y sensibles que vamos sintiéndolo cierto.